La estirpe blanca

Prologo

Era ya muy tarde, la luna emergió hermosa entre brumas incandescentes, con su halo perfecto saludó a todas las criaturas de la noche, bailó entre vestiduras rojas y su esfera ahora se sumía en un lago de sangre desafiante.

Desmonté de mi hermosa yegua con una agilidad impropia de un ser humano y me quedé mirando el reflejo de la luna en el lago, mientras mi yegua saciaba su sed ajena a mis pensamiento, llenos de un secreto que oprimió mis recuerdos con mucho dolor. Abatido, di una fuerte palmada a la yegua para espantarla y que volviera sola al establo de la gran mansión.

Fui  caminando hasta llegar a un lugar apartado de cualquier mirada curiosa, separé los matorrales que ocultaban la entrada de unas escaleras que bajaban a mi escondrijo. Bajé sin esfuerzo y abrí una puerta que chirrió bajo la fuerza de mis delgadas manos; Tumbado sobre el suelo se hallaba un ser extraño , sus ropas estaban hechas jirones y con signos de haber querido escapar sin ningún resultado. 

Sus alas estaban en muy mal estado, de ser blancas y hermosas, ahora presentaban un color grisáceo y sucio, en algunas partes ya le faltaban trozos, produciéndole un gran dolor al querer levantarse, lo hizo con mucho esfuerzo al oír ruidos en la habitación. Se puso a temblar cuando vio mi figura y se envolvió en sus alas desnudas esperando el triste final.

Mis colmillos cobraron vida cuando percibí su aroma de alma pura y me abalancé sobre él, pero descubrí sus formas de mujer, senos erectos bajo esos harapos sucios que no lograban ocultar nada, largas piernas sedosas, y un vientre de lujuriosa hendidura.

Intenté en vano consumir mi sed con la criatura alada y el amanecer se acercaba, pensé que no tenía mucho tiempo mientras acariciaba uno de sus senos, era tan suave y ella se estremeció, ahogó un gemido en su garganta cuando me acoplé entre sus caderas y besé sus pezones sin parar, ascendí para atrapar sus labios y besarlos con voracidad, los lamí y rugí como un animal cuando percibí la excitación de aquel cuerpo magullado y tan hermoso, ella colaboro con mis movimientos, lamiéndome y favoreciendo mis caricias que serpenteaban en cada milímetro de su cuerpo, tenía algún poder oculto en su alma virginal, me estaba seduciendo una extraña criatura y no podía hacer nada.

Me dejé hacer y aquella oscura habitación se llenó de sus gemidos provocados por mis sabias caricias, entonces sus alas nos envolvieron en un éxtasis cuando penetré su sexo y mis embestidas no cejaron hasta que ella grito de placer, luego besé su vientre con suma ternura bebí de los jugos que desprendía su deseo, acaricié su tibieza con mi lengua y saboreé con deleite el sabor de su virginidad perdida. Nuestros cuerpos quedaron exhaustos y el mío al intemperie de un amanecer que asomaba tras las montañas, decidí alejarme, no sabía que había pasado, mi mente estaba aturdida y sin darme cuenta salí corriendo por las escaleras exponiéndome al sol, de un amanecer distinto...

Arwen